Estas son las hojas del Códice correspondientes a los Serafines que aparecen en The Ancient Gods Parte 1.
- Traducción de "Eri oa Hiim" (Las Lamentaciones de los Serafines)
Libro de los serafines - Parte I[]

Han escrito los Serafines que, cuando apareció el vacío por vez primera, el Padre se extendió por él a solas. Brotaron nuevas realidades allí donde se demoró un instante y, cuando se detuvo para descansar, Urdak surgió de él. Allí experimentó hasta crear Jekkad, un reino superior a Urdak. El Padre dotó a los habitantes de Jekkad de una ambición ardiente y borró todo rastro de contención de ellos para que la indecisión no lastrase sus esfuerzos.
En el mismo instante que creó Jekkad, forjó también a Davoth para hacer las veces de custodio del reino. Era un primordial, uno de los primeros dioses creados por el Padre, tan poderosos que cada reino solo podía albergar uno. Por sí solas, las mentes de Jekkad crearon grandes maravillas en su búsqueda de paraíso. Experimentaron con poderes imposibles de imaginar para crear una sociedad perfecta. Davoth sintió orgullo al ver que su pueblo aspiraba a la grandeza, pero entonces se dio cuenta de que su mortalidad era una maldición, un final que él nunca tendría que padecer. Al final, su amor por la vida y su infinita curiosidad los llevó a perseguir la propia inmortalidad, pues hasta que él temía el final de su pueblo. Davoth forzó a todo Jekkad a ir en busca de este conocimiento supremo a cualquier precio.
Mientras el Padre planificaba su siguiente reino, se dio cuenta de que Davoth nunca abandonaría su búsqueda de la vida eterna para su pueblo, fuera cual fuese el precio, pues para eso lo había creado con una ardiente pasión para cuidar de Jekkad y sus hijos. El Padre comprendió que el gobierno de Davoth acabaría por amenazar toda la creación y, un día, su hijo se alzaría para desafiarlo, así que selló Jekkad de las infinitas dimensiones que abarcaba con sus brazos.
Davoth, embargado de furia por su abandono, sometió por completo Jekkad a su voluntad hasta que, en el exterior de las centelleantes murallas de Immora, las tierras saqueadas se marchitaron. Los Lagos del Placer, arruinados, se transformaron en las Ciénagas de la Sangre. Sobre los Jardines Ardenitas surgió el Palacio de los Gemidos.
El Padre observo cómo se hundía Jekkad en la oscuridad y comprendió que aquello no podía repetirse. Decidido a evitar un destino similar en su nuevo reino terrestre, bendijo su más reciente experimento con desgracias y penurias mortales, de manera que sus nuevas creaciones atesorasen la vida, la empatía y la paz.
Libro de los serafines - Parte II[]
Los serafines, primeras creaciones moldeadas a partir del vacío en Urdak, están ligados a la voluntad del Padre. Estos seres angelicales asistieron al Padre en la creación de sus obras, en sus investigaciones y, una vez dotados de alas y enviados por toda la creación, en la ejecución de su voluntad, Tras la batalla de Isonkast, el Padre los despojó de aquellas alas.
Como expiación, los serafines levantaron el Luminarium para el Padre sobre el más antiguo fragmento de Urdak y sintieron un frio orgullo al construir sus maravillas, entre las que se contaban unas máquinas capaces de contener las terribles energías de la esencia misma de la Vida. Para impedir que los serafines buscasen el poder, el Padre ordenó que sirviesen a cualquiera que fuese capaz de llegar hasta el Luminarium. Sus leyes y códigos servirían por igual a cualquiera que lo alcanzase, sin favorecer a nadie.
Libro de los serafines - Parte III[]

Entre todos los serafines, el primero en el amor del Padre era el Samur Maykr. Este administraba mundos, estudiaba los experimentos divinos e informaba sobre los progresos realizados a lo largo y ancho de la creación. Al cabo de mucho tiempo, el Padre comenzó a sentirse frustrado por sus muchos errores, el peor de los cuales era Jekkad y su imparable descenso hacia la discordancia. Declaró que la desterraría de la realidad física para impedir que su poder, cada día mayor, acabase con Urdak y para que Davoth no pudiera absorber los infinitos poderes del Padre que tanto codiciaba.
Así que Samur, cumpliendo las órdenes recibidas, llevó la esfera vital del Padre al Luminarium y, durante muchas eras, los Maykr y otros suplicantes acudieron allí para pedir una intercesión.
Fue en la era de Nunzia cuando Samur rompió el Velo de Kezardine, robó la esfera vital del Padre y llevó su esencia pura a los reinos corrompidos de Jekkad. A partir de entonces no quedaron más que rumores sobre misteriosas misiones, junto con susurros sobre sus numerosas idas y venidas a los reinos terrestres.
Libro de los serafines - Parte IV[]
Las esferas vitales contienen la memoria, la voluntad y la naturaleza esencial de la consciencia de una criatura, todas ellas contenidas en los fabulosos inventos de los serafines. Por ello, cuando la primera Khan Maykr cayó en el asedio de Kaza-Dur, llevaron su esfera vital desde el campo de batalla al Luminarium para que los serafines la reconstruyeran. Y cuando regreso la Khan Maykr para ponerse a la cabeza de una hueste de los suyos, sus enemigos huyeron despavoridos ante ellos.
Solo las mentes más poderosas e indómitas, mentes de naturaleza divina, pueden sobrevivir a la increíble tensión que se produce cuando la esencia del ser se funde en una esfera vital, y no todas ellas son capaces de soportar la agonía de la resurrección corporal.
Libro de los serafines - Parte V[]
Llegó a oídos de los serafines que los fracasos cada vez mayores de Jekkad atormentaban al Padre cuando contemplaba cómo se propagaban sus horrores y torturas. Era el prime reino que había creado a sabiendas y aún sentía gran afecto por él. Pero había llegado a comprender que el susurro de la mortalidad había hecho enloquecer a sus longevas almas y sabía que los celos por los inmortales de Urdak habían infectado sus corazones.
La sed de poder de Davoth deformó los muros que separan los reinos. Sus crecientes hordas derrotaron a numerosos enviados y dioses menores creados por el Padre. Y al absorberlos, su poder creció muy por encima del que le había dado el Padre.
Por tanto, el Padre pidió a Samur, su servidor de mayor confianza, que lo ayudara en su última empresa en el reino físico. Se enfrentaría a Davoth en Jekkad y, después de eso, abandonaría aquel reino. A continuación, correspondería a Samur llevar su esfera vital hasta el Luminarium para que descansase sana y salva. Si el Padre percibía algún peligro procedente de Jekkad, Samur tendría que llevar su esfera vital hasta un lugar que nadie pudiera encontrar. Samur juró obediencia a pesar de que era consciente del enorme costo que le acarrearía, pues los Maykr le darían caza como hereje.
Libro de los serafines - Parte VI[]
En el corazón del Infierno se levanta el Santuario de Ingmore, un fragmento del propio Urdak. Es una tierra sagrada y protegida que contiene la Tumba de las Almas, donde se guardan las esferas vitales de los muchos dioses que ha alumbrado el Padre. Cada uno de ellos es inmensamente poderoso a su manera, pero el juicio del Padre los ha hallado imperfectos a todos. Las historias sobre sus abominables finales en el reino físico son muy numerosas.
Fue aquí donde el Padre llevó a cabo la creación de la dimensión de Jekkad. Fue aquí donde dio forma a Davoth. Y fue aquí donde erigió su primer taller y se retiró al volver de Urdak para dirigir las máquinas de la creación y supervisar las flamantes torres y la gloriosa civilización de Jekkad. Samur podía viajar al santuario, pero nunca a Jekkad, pues el Padre quería mantener sus reinos separados.
Después de crear Jekkad, el Padre se retiró a su taller para planear el reino de la Tierra. Y fue también aquí donde meditó sobre el futuro de la existencia y trazó planes para abandonar el reino físico.
Libro de los serafines - Parte VII[]

Cualquier suplicante puede acercarse a la tierra sagrada del Luminarium con una esfera vital en la mano. Los seres más poderosos del Infierno y los más humildes de Urdak pueden acercarse por igual al Luminarium para acceder al poder de la resurrección corporal, aunque pocas mentes son capaces de sobrevivir a ella. En el Luminarium, los serafines sirven a toda la creación sin preferencias.
Solo en el Luminarium puede producirse la resurrección, y solo por mediación de los serafines que pueden devolver su forma original a una esfera vital, utilizando las máquinas de la creación para controlar los poderes colosales que se extienden entre las dimensiones.
Es un lugar seguro, una tierra sagrada desde donde, en su día, el Padre contemplaba a todos aquellos que se acercaban a escuchar su eterna palabra.
Libro de los serafines - Parte VIII[]
Los serafines hablan de los tiempos de gloria de Jekkad, una era de abundancia y logros sin parangón en el alba de la autoridad de Davoth. Pero entonces, Davoth endureció su régimen para canalizar cada vez más recursos hacia las grandes mentes de Jekkad, que perseguían sin descanso los secretos de la vida eterna. Castigaban con severidad cualquier desviación de este objetivo, pues era incansable en su deber de salvaguardar a su pueblo. Sin limitación alguna que las constriñese, las mentes de Jekkad cayeron en la obsesión y en una crueldad implacable. El reino perfecto de Davoth perduraría a cualquier precio por que no había nadie en Jekkad capaz de tolerar el fracaso o abrazar el dolor.
Creyendo que Jekkad había sido rechazado por su creador, Davoth comenzó a engendrar un profundo odio en su interior. Jekkad cayó en inequidad mientras Davoth consumió todo el reino en busca de sus metas, y el Padre apesadumbrado, lo aisló de los demás reinos. El primordial, creado para proteger y guiar a su pueblo, sintió cómo se avivaba su odio hacia el Padre al ver que un número creciente de sus súbditos caían presa de la mortalidad. Convertido en el Señor Oscuro, acometió con furia contra las murallas de Jekkad.
El Padre lo percibió y comprendió que ambos debían abandonar el reino físico antes de que el enfrentamiento entre sus lugartenientes destrozara la realidad. Así que regreso a Jekkad, llamado ahora el Infierno por muchos. Sobre la Pirámide de los Perdidos donde el Infierno había venerado un día al Padre, mientras se desgarraban los cielos y temblaba el reino, el Padre arrancó al Señor Oscuro la esfera vital del pecho. Luego la depositó en la Tumba de las Almas, pues no deseaba destruir del todo la esencia del Señor Oscuro, ya que en su día había sentido predilección por Davoth.
Entonces, Samur se llevó la esfera vital del Padre al Luminarium y, por un tiempo, hubo quietud en la creación. Pero ahora el Señor Oscuro susurra mentiras y engaños sobre el Padre a los esbirros que lo veneran en el Infierno mientras se debate con furia, atrapado en la Tumba de las Almas. Pues incluso cuando están privados de forma física, los dioses pueden seguir ejerciendo su influencia sobre los reinos.
Libro de los serafines - Parte IX[]
El Luminarium, dotado de existencia por un susurro del Padre en el mismo instante en que Urdak floreció a su alrededor, se considera el primero de todos los lugares, la más sagrada de todas las tierras.
Ningún ser vivo puede derramar sangre en el Luminarium. Si lo hiciera, perdería acceso a los poderes de la resurrección, Jamás se ha vertido sangre sobre sus sagrados y puros suelos, sea cual sea la facción que haya franqueado sus puertas, pues el Luminarium es el último vestigio de la paz del Padre en todos los reinos corrompidos.
Bajo las piedras angulares de sus techos se remueven las maquinas cuánticas de la creación. Las inmensas estructuras interdimensionales giran, entrando y saliendo de la existencia, para engendrar la energía necesaria para separar la esencia de la forma física o restablecer su unión.
Aquí, en el Luminarium, es donde renacen los dioses.
Libro de los serafines - Parte X[]

Las máquinas de la creación no son solo metáforas o palabras poéticas, sino estructuras que se alzan al otro lado de la realidad misma. Bajo el Luminarium, perforan los muros del vacío para tocar el mundo físico.
Las máquinas del Infierno pueden extraer un alma de su cuerpo y procesarla para convertirla en Argent. Pero el Infierno no puede devolver un alma a un cuerpo. Lo que se ha consumido nunca resucitará. Hace falta una energía mucho más singular que la que controla el Infierno para devolverle a un cuerpo la esencia que se le ha arrancado. Las máquinas del Infierno son juguetes comparados con lo que hay bajo el Luminarium.
Los serafines controlan orgullosamente estas fuerzas y manipulan con serenidad la naturaleza de la creación y la mente para devolver la vida a la energía en estado puro. Cada esfera vital que resucita es un testimonio del poder y la competencia de los serafines. Los reinos envejecen bajo el Luminarium, pero los serafines siempre serán los mayores ingenieros de todas las dimensiones creadas por el Padre.
Libro de los serafines - Parte XI[]
Los serafines aún recuerdan que, cuando el cuerpo sin vida del Señor Oscuro cayó dando tumbos por la Pirámide de los Perdidos, Samur suplicó al Padre que destruyese su esfera vital. Samur se dio cuenta de que podían destruir la misma esencia del Señor Oscuro para que no volviese a conspirar contra el Padre.
Pero el Padre se negó. El Señor Oscuro era creación suya. Era preferible dejar contenido el Infierno, y al Señor Oscuro reducido a susurros.
Y si llegaba a suceder alguna vez que el Señor Oscuro se reencarnaba en una forma física, solo otro primordial, o algo aún más poderoso, podría darle muerte. Una vez destruido así, el Señor Oscuro no podría seguir gobernando el Infierno. Despojado de los vínculos de los primordiales con el reino en el que lo habían creado, se esparciría por las estrellas. Los moradores del Infierno que no estuvieran dentro de sus fronteras morirían al perder su conexión con la misma realidad para la que los había diseñado el Padre.